La explosión de ideas, deseos, discusiones y reflexiones compartidas en este proyecto fue tal que había momentos que me olvidaba de dónde estaba y con quién. Es por eso que cambié de manera de intervenir: abandonando el diálogo y volviendo al “monólogo”, o sea, conversando sin tener en cuenta el interlocutor, planteando un camino “más sencillo”, tranquilizador, fácil, agradable, bonito…, pero les aburría, no les interesaba, no respondía a sus expectativas. Viví la experiencia como ellos y ellas: con emoción, con mal de barriga, con un estado de estímulo permanente, aprendien…