Entender la educación como un medio para “fomentar, fortalecer y enriquecer la emergencia del sujeto” (Pérez Gómez, 1998, p. 77) y aceptar que el aprendizaje es el resultado de la interpretación y de la comprensión implica que la actividad desarrollada en las instituciones educativas no puede -ni debe- quedar en una simple transmisión de información -concebida ésta como cerrada y acabada-; en primer lugar, porque se sabe que los sujetos no aprendemos así, y, en segundo lugar, por la provisionalidad y la relatividad de algunas informaciones que quedan rápidamente obsoletas. Tampoco…