Hace décadas que Italo Calvino (1983) auguró que nuestro modo de percibir el mundo estaba cambiando, al mismo ritmo que los artefactos electrónicos iban conquistando terreno. Si el historicismo y el evolucionismo del siglo XIX habían contribuido decisivamente al triunfo de una concepción del pensamiento y de la realidad basada en la idea de continuidad, el último tercio del siglo XX iba a llevar la marca contraria, la de la discontinuidad, el poder de la combinación múltiple, virtualmente infinita. Con Internet y la tecnología hipertextual, los principios de linealidad y de estruct…
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