Desde las aulas tenemos un lugar privilegiado para orientar a las familias sobre cómo impulsar el lenguaje de sus hijos e hijas. Pero este asesoramiento dista de ser algo sencillo. Las recomendaciones genéricas, como “Háblale mucho al niño”, pueden ser hasta contraproducentes: a veces, el problema es que el adulto habla demasiado y apenas deja espacio para que el niño se exprese. Las propuestas de actividad, como “Todos los días cuéntale un cuento”, muchas veces no se llevan a la práctica sencillamente porque no todos los adultos son habilidosos contando cuentos.
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